Entrevista a Valeria Sol Groisman
Valeria nos cuenta que la idea de “Desmuteados”, su libro más reciente que editó Akadia surge en pandemia a partir de una conferencia ofrecida para una institución científica. “En ese momento empecé a pensar en este libro que intenta ser algo así como un manifiesto contra la desinformación y a favor del pensamiento crítico. Y un libro en donde me pregunto por qué queremos consumir aquella información que confirma nuestras creencias y no aquella información que contiene datos comprobables”.
-¿A qué haces referencia, precisamente, cuando hablas de infoxicación?
-Es un concepto que yo ya venía trabajando en mis libros anteriores, aunque en ese momento estaban vinculados a la alimentación y a la nutrición, que es el mundo en el que trabajo desde hace mucho tiempo. Y en “Desmuteados” pasé de la alimentación a como la desinformación, las fake news, la infoxicación, nos afectan en todos los ámbitos de la vida. Y estamos definitivamente infoxicados. Desde que nos levantamos vemos que tenemos una gran cantidad de notificaciones, mails, mensajes en redes sociales, y muchos artículos para leer que vamos guardando, reenviándonos a nosotros mismos para cuando tengamos tiempo, libros, sitios, etc. Consumimos el equivalente a nueve películas por día y la realidad es que solo podemos retener tres datos al mismo tiempo. De ninguna manera estamos capacitados para consumir tanta información al mismo tiempo y, entonces, terminamos cayendo en los famosos sesgos cognitivos. Caemos en esos sesgos para, de alguna manera, tratar de administrar tanta información, para procesar de manera más eficiente esa avalancha de información a la que nos vemos expuestos todos los días.
-¿Por eso sería conveniente armarnos de una buena dieta informativa?
-Absolutamente. Y eso no es nada nuevo. Yo recuerdo que en TEA o donde me tocaba estudiar o dar clases, la consigna es siempre leer todo y usar todas las fuentes posibles. Pasa que ahora terminamos eligiendo aquellos medios que confirman, de alguna manera, aquello que ya pensamos o estamos de acuerdo. Como digo en el libro, estamos esperando escuchar en los otros nuestra propia voz. Queremos que nos confirmen, que nos reafirmen aquello que ya pensamos. Y por eso consumimos aquellos medios con los que nos sentimos tranquilos, cómodos.
-Nos movemos dentro de burbujas…
-En el campo de la política lo vemos todo el tiempo. Yo digo que estamos desmuteados porque hoy todos tenemos la posibilidad de hablar, de abrir micrófono. Pero el problema es quién escucha. ¿Se escucha lo que decimos? ¿Alguien escucha? Vivimos en un mundo lleno de voces donde muy poquitos escuchan. Hoy todos podemos tener una cuenta en una red social, podemos abrir un tik tok, twitter, y podemos hablar o decir algo, expresarnos. Pero no sabemos bien quién escucha. Escuchamos solo aquello que queremos o nos conviene. Lo que se ve todo el tiempo es mucho fanatismo, mucha polarización, posiciones extremas fanáticas, tanto de un lado como del otro de la grieta.
-¿No hay posibilidad de diálogo? ¿Creemos en lo que pensamos que creemos, o estamos inseguros y por eso necesitamos que alguien nos reafirme lo que creemos?
-Estamos en un momento de mucha incertidumbre. Yo creo que ya salimos de la posmodernidad y estamos en la posverdad o en algo que ni siquiera sabemos todavía como se llama. La era de la tecno-dependencia, de las redes sociales, no sabemos bien donde estamos y hacia donde vamos, porque la verdad es que la pandemia aceleró todo lo que nosotros pensábamos que iba a suceder en 10 años. Y todo esto limita la posibilidad del diálogo, la posibilidad de tener paciencia para informarnos y llegar a una conclusión. Queremos todo el tiempo que nos den certeza, magia. Y esto, como bien decían ustedes se aplica también al mundo de la alimentación. Queremos bajar de peso ya, queremos tener la dieta mágica.
-¿Y en ese contexto como ves la irrupción de los memes?
-Estamos viviendo un momento de corrección política a ultranza, donde el que no dice lo políticamente correcto es dejado de lado. Pero, paralelamente, surgen los memes, el humor, que nos permiten salir de la corrección política.
-¿Escapar a la política de la cancelación?
-Creo que hay gente que se anima a decir lo que piensa más allá de que corra el riesgo de ser cancelado. Hay gente que no cree que la cancelación es el final de todo y se anima a decir cosas que incomodan. Hace falta incomodar. Nos pasa en las clases, cuando como docentes pedimos que nos digan algo que nos incomode. Siempre pido que digan algo que no se me ocurrió, que no pensé. Estaría buenísimo que podamos incomodar al otro, siempre desde el respeto. Porque cuando incomodamos, cuando hacemos una pregunta que el otro no se esperaba, es cuando podemos dialogar. El verdadero diálogo empieza cuando hacemos una pregunta para la que nuestro interlocutor no tenía preparada una respuesta. Pero es muy difícil. Estamos viendo que hay libros que se reescriben, películas o series que se vuelven a hacer o que salen de circulación porque son canceladas o consideradas incorrectas para estos tiempos y que incluso alguna vez fueron o son clásicos. Hay una autocensura que me parece peligrosa.
-Es raro estar desmuteados y, a la vez, cancelados…
-Todos podemos hablar. Nos podemos desmutear. ¿Pero alguien nos va a escuchar? Creo que esa es la pregunta. Cuando arrancaron las redes sociales todo el mundo se fijaba la cantidad de likes o de seguidores, y hoy la verdad que lo que verdaderamente interesa son las interacciones, la cantidad de interacciones que somos capaces de sostener con nuestro público. Podes habilitarte el micrófono en el zoom, abrirte una cuenta en cualquier red social, pero nunca sabemos si hay capacidad de escucha. ¿Escuchamos? ¿Nos escuchan?
-La posibilidad de conectar, de generar interacción genuina…
-Claro, cuánta interacción sin pauta o fuerza militante. En el ámbito de la política, creo que todavía hay muchos que no entendieron el juego de la nueva comunicación y se quedaron con los modelos viejos. Modelos viejos con herramientas nuevas. Y el que no se adapta se va quedando afuera. Hay que entender que se trata de conectar, de conversar.
-¿Cómo ves que se está dando la pelea contra las fake news?
-Se avanza con ciertas regulaciones que, como periodista, me resulta peligroso. Pero yo creo que la clave está en enseñar a consumir de manera crítica la información. Creo en la alfabetización mediática. De todos modos me parece que, durante la pandemia, hay mucha gente que empezó a discernir entre la información falsa y la verdadera. Porque hubo tanta fake news circulando sobre vacunas y medicamentos, y tanta necesidad de informarse bien al respecto porque estaba en juego la salud, que hubo que empezar a discernir. Pero es muy difícil. Lo importante , también, es no condenar herramientas como las redes sociales, somos nosotros y cómo las usamos los verdaderos responsables.